FÁRMACOS Y PALABRA

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Reflexiones para dar lugar a la subjetividad

Lic. Adriana Lorenzo
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“Si el comportamiento del consumo es un comportamiento evasivo de una realidad intolerable, el punto a discutir son las condiciones de esa realidad”[i] y cómo el sujeto se posiciona con relación a la misma.

Me siento convocada a la reflexión sobre la vigencia e insistencia del uso de medicación en general; y en particular sobre el uso de psicofármacos; como así también, sobre la función que viene a cumplir el medicamento, su relación con la palabra y la transferencia en el trabajo psicoterapéutico.

La percepción cotidiana parecería mostrar que el uso de psicofármacos se ha naturalizado de forma tal, que un número importante de la población los consume sin demasiados reparos; y lo que es aún más preocupante los médicos los indican con demasiada facilidad, los avalan con sus recetarios durante lapsos de tiempo prolongados, los agregan y combinan casi automáticamente; y los tienen en muchos casos como el único recurso terapéutico.

Pienso que si se simplifica la tarea asistencial a una enumeración de síntomas específicos, para los que luego se indica solamente una medicación, “estamos ante el riesgo de que lo psíquico pase a ser tan sólo un epifenómeno secundario del mecanismo neuronal”[ii]. Cuando en realidad más bien se trata de un acontecer subjetivo, dentro de una determinada historia y contexto individuales, familiares, sociales y culturales, con la singularidad que esto implica, en el que, los aspectos biológicos están también en juego y la medicación puede ser necesaria.

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La experiencia y conceptualización analítica nos permiten realizar una lectura en la que la medicación es algo más que una sustancia química, el acto de medicar desborda el plano de la indicación; y la transferencia, la herramienta en la que, la repetición puede dar lugar a la elaboración, en el marco de los tres pilares de la situación analítica: neutralidad, asociación libre y abstinencia.

Creo que es interesante analizar el consumo de “remedios” atendiendo a dos líneas de abordaje:

1) El ejercicio del poder político-económico a través del uso de fármacos y el modo en que éste se infiltra en la práctica asistencial en el área de la salud mental.

2) El trabajo terapéutico, poniendo especial atención a la relación medicación – palabra, dentro del devenir transferencial.

1)El ejercicio de poder político-económico a través del uso de fármacos y el modo en que éste se infiltra en práctica asistencial en el área de la salud mental.

La vida cotidiana y la clínica muchas veces nos muestran que  ante cada nueva dificultad planteada por los pacientes a sus médicos, la respuesta es medicación sobre medicación, píldoras sobre represión, represión sobre represión. Alguna “dará en el blanco” o quizás todas en conjunto producirán algún efecto.

Como dice Eduardo Galeano: “ El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohibe decir, te prohibe hacer, te prohibe ser. El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser”. Algo de este orden sucede cuando una persona pide ayuda porque siente un gran malestar en su relación con el mundo y consigo misma y la respuesta del profesional a veces es acallar sus quejas mediante químicos.

Sabemos de la importancia y el valor del acto de medicar  si está puesto al servicio del develamiento, regulando los montos de angustia; pero cuando éste se utiliza para callar eternamente la queja, termina “colonizando” a la persona medicada, en el sentido de hacerle creer que está errada, que las preguntas y las quejas, no tienen sentido de ser, que está equivocada. De este modo se la deja sujetada, acallada, a la visión de la realidad del otro sobre su propia vida. El profesional es el que dispone sin escuchar sentimientos, pensamientos ni deseos, en definitiva sin poder trabajar con el síntoma; se aplica una sanción que puede terminar condenando de por vida a la medicación.

“ Banalización y gatillo fácil para medicar en algunos casos: deficiencia y falta de responsabilidad en el diagnóstico, son cuestiones sobre las cuales considero que no se deben hacer concesiones en los planos clínico y ético”.[iii]

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En esta sociedad globalizada y de complejos intereses político-económicos, se olvida muchas veces que es del dolor humano de lo que se trata; y el encuentro médico paciente queda por fuera de ambas subjetividades. “La extrema simplificación que, en nombre de la nomenclatura, preconiza el DSM IV no es inocente. Está fuertemente inducida por dicha industria. El mercado de los productos farmacéuticos exige que, en un mundo globalizado, las necesidades de consumo sean las mismas. La lógica impuesta es: a igual nomenclatura igual patología; a igual síntoma igual producto farmacéutico. Su efecto influye en los criterios de las obras sociales, las prepagas y los sistemas de seguros, que establecen que los diagnósticos se hagan en función del DSM IV. En la actualidad, ningún congreso puede realizarse sin la contribución masiva de los laboratorios, que garantizan tanto la organización como el desplazamiento de los profesionales. Gran parte de los psiquiatras están influenciados en su práctica clínica, así como en sus prescripciones, por los beneficios y ventajas propuestos por la industria farmacéutica. Esta presión no es gratuita. Por ejemplo, por intermedio de las farmacias los laboratorios controlan, a través de las recetas de los profesionales, el tipo de medicación que prescribe cada psiquiatra. La relación médico-paciente es suplantada por la relación industria farmacéutica-prepagas-manual de psiquiatría-paciente. El psiquiatra, en muchos casos, se limita a coordinar las diferentes lógicas en juego, y su propia subjetividad tanto como la del paciente, queda fuera del campo llamado falazmente, terapéutico”[iv].

En el mismo sentido los datos estadísticos del Programa de Prevención, Asistencia y Reinserción Social en Drogadependencia de la Dirección de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, informan que de la población que contacta con el sistema público de salud de la Ciudad, por esta problemática del uso indebido de drogas, un 6,8% presenta antecedentes de consumo de psicofármacos en la familia, un 2,4% de los consumidores de drogas son abusadores de psicofármacos y un 57,40% son policonsumidores de cuatro sustancias combinadas: alcohol, marihuana, cocaína y psicofármacos.

Salud Mental Responde, servicio telefónico de orientación psicológica, dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, informa que sobre un relevamiento de 2.237 casos obtuvieron que el 34% de las personas consultantes utilizan medicaciones.

“Durante 2002, en pleno vendaval socioeconómico, la venta de medicamentos en general disminuyó un 21%. Pero en el caso de los tranquilizantes y los antidepresivos, esta caída fue solo del 9%. Hoy el mercado medicinal muestra una leve mejora, los tranquilizantes crecen un 3% y los antidepresivos un 16%, según fuentes empresariales”.[v]

“ Las mujeres suelen ser rápidamente medicalizadas, el miedo, la tristeza, son entendidos como enfermedades para acallar o silenciar. Pero no sólo los psiquiatras recetan, sino también los médicos clínicos cuando se encuentran ante un cuadro que presenta síntomas físicos y la exigencia del paciente de que sea medicado. También se denuncia que en la intimidad del consultorio ginecológico la dolencia de una mujer puede ser aplacada fácilmente con la prescripción de un antidepresivo”[vi]

¿ Por qué este aferrarse a los fármacos?

Me inclino a aseverar que, dadas las circunstancias de vida que nos hemos creado y que intencionalmente se sostienen en las sociedades de corte consumista, como en la que nosotros vivimos, nos ha llevado a la situación paradojal en que el desarrollo de la cultura nos ofrece las herramientas para una vida saludable, a la vez que contiene el germen de muchos sufrimientos. La invitación al consumo con la parafernalia del marketing nos seduce con múltiples productos, y entre ellos los psicofármacos: consumir para ser feliz parece ser el slogan de esta época: y de este modo, amortiguar el malestar que la cultura nos provoca en un circuito sin fin. Así consumimos “quitapenas” y terminamos penando de más, sin darnos cuenta que el cansancio no es malo, el dolor es parte de la vida, la juventud no se puede eternizar, el día tiene veinticuatro horas, la sexualidad no termina con la menopausia o la andropausia y la cultura es más que lo que las técnicas de marketing nos muestran.

Ya Freud hablaba de esto hace casi un siglo:

“Muy distinta es nuestra actitud frente al tercer motivo de sufrimiento, el de origen social. Nos negamos en absoluto a aceptarlo: no atinamos a comprender por qué las instituciones que nosotros mismos hemos creado no habrían de representar más bien protección y bienestar para todos. Sin embargo, si consideramos cuán pésimo resultado hemos obtenido precisamente en este sector de la prevención contra el sufrimiento, comenzamos a sospechar que también aquí podría ocultarse una porción de la indomable naturaleza, tratándose esta vez de nuestra propia constitución psíquica… Comprobóse así que el ser humano cae en la neurosis porque no logra soportar el grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura, deduciéndose de ello que sería posible reconquistar las perspectivas de ser feliz, eliminando o atenuando en grado sumo estas exigencias culturales”.[vii]

“…, el psicoanálisis descubre en su más amplia escala de participación que las constelaciones y los requerimientos sociales tienen en la causación de la neurosis. Las fuerzas que originan la limitación y la represión de lo pulsional por obra del yo surgen, en lo esencial, de la docilidad hacia las exigencias de la cultura. Una constitución y unas vivencias infantiles que de lo contrario no podrían menos que llevar a la neurosis, no provocarán ese efecto si no media esa docilidad o si el círculo social para el cual el individuo vive no plantea tales requerimientos. La vieja afirmación de que el aumento de las afecciones nerviosas es un producto de la cultura recubre al menos la mitad del verdadero estado de cosas. La educación y el ejemplo aportan al individuo joven la exigencia cultural; y toda vez que la represión pulsional sobreviene en este con independencia de ambos factores, cabe suponer que un requerimiento de la prehistoria primordial ha terminado por convertirse en patrimonio heredado y organizado de los seres humanos”.[viii]

“ La neuropsicofarmacología ha hecho un aporte decisivo en el seguimiento de ciertos pacientes. Sin embargo no escapa a ningún observador calificado que actualmente se están cometiendo excesos perjudiciales. La industria farmacéutica se empeña en orientar los procesos diagnósticos introduciendo una lógica terapéutica que somete a los psiquiatras a una presión constante. Se los incita a decapitar los síntomas rápidamente, como si ése fuera el fin terapéutico último y no la valoración de los síntomas como requisito previo fundamental para que la persona pueda sentirse protagonista de su tratamiento”.[ix]

2) El trabajo terapéutico, poniendo especial atención a la relación medicación – palabra, dentro del devenir transferencial.

“ La circunstancia de que el yo, al defenderse contra ciertos estímulos displacientes emanados de su interior, aplique los mismos métodos que le sirven contra el displacer de origen externo, habrá de convertirse en origen de importantes trastornos psicológicos….. una parte cuantitativa de determinada actitud o de una tendencia instintiva se ha sustraído a toda modificación, mientras que el resto siguió la vía del desarrollo progresivo… nos inclinamos a la concepción contraria de que en la vida psíquica nada de lo una vez formado puede desaparecer jamás; todo se conserva de alguna manera y puede volver a surgir en circunstancias favorables, como, por ejemplo, mediante una regresión de suficiente profundidad…..No podemos sino atenernos a la conclusión de que en la vida psíquica la conservación de lo pretérito es la regla más bien que una curiosa excepción”.[x]

Si bien Freud expresa casi a modo de regla esta dinámica del aparato psíquico, la complementa con la idea de que estos procesos difieren en sus contenidos y modos de enlace según tantas personas existan. Es decir tiene en cuenta, particularmente, la singularidad del caso por caso, “la historización subjetiva, la búsqueda, la espera y los procesos”[xi] como requerimientos necesarios para la comprensión y desanudamiento del síntoma dentro de la dinámica transferencial que se despliega en todo proceso terapéutico.

“ Los pacientes piden salidas inmediatas, dosificación precisa, … soluciones instantáneas para vivir este presente imperfecto aquí y ahora. Para salir de la encrucijada se enfrentan con el dilema: pastillas o diván”[xii]. Habrá que seguir andando caminos, en los que podamos ver que tal dilema no existe, que más bien se trata de integrar ambos recursos; la psicoterapia y el psicoanálisis tienen sus límites, requieren de la mínima posibilidad del paciente de asociar libremente y procesar; los psicofármacos por sí solos no logran sostener la eterna panacea de la depresión o la ansiedad mágicamente transformadas en bienestar por un químico.”.

Tendremos que seguir construyendo espacios para el encuentro y la reflexión, para la integración y complementación, pues me parece el único modo de que los pacientes no se conviertan en un trofeo de guerra, en nombre de la paz del silencio.

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Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día…”.[xiii]

.  Bibliografía.

Freud S. “ La iniciación al tratamiento” en Sigmund Freud: Obras Completas», en «Freud total» 1.0 (versión electrónica) Ensayo LX.

Freud S. “El interés por el psicoanálisis” en Obras Completas, Volumen XIII, Bs.As., Amorrortu editores, cuarta reimpresión de la segunda edición, 1994, Págs.176 a 191.

Freud S. “El malestar en la cultura” en Sigmund Freud: Obras Completas, en «Freud total» 1.0 (versión electrónica) Ensayo CLIV- Capítulos I y III

Freud S. “Más allá del principio de placer” en Obras Completas, Volumen XVIII, Bs.As., Amorrortu editores, séptima reimpresión de la segunda edición, 1997, Págs.7 a 42.

Freud S. “Crítica de la neurosis de angustia” en Obras Completas, Volumen 2: Ensayos VII-XVI, Ediciones Orbis S.A., Bs.As., sin fecha, págs. 199 a 208.

Freud S. “Psicoterapia de la histeria” en Obras Completas, Volumen 1: Ensayos I-VI, Ediciones Orbis S.A., Bs.As., sin fecha, págs. 155 a 168.

Freud S. “Puntos de vista del desarrollo y de la regresión. Etiología” en Sigmund Freud: Obras Competas,  en Freud Total 1.0(versión electrónica) Ensayo XXII.

Galeano E. “ El libro de los abrazos”, Bs.As., Siglo veintiuno editores, 3ra. Edición, 1989. págs. 111

Mayer H. “Drogas: hijos en peligro. Caminos que acercan y alejan de la adicción, Ed. El Ateneo, Bs.As., 2001, Págs.24 a 25.

www.autismo-congress.net/tesonekova.html, “Cuando la psiquiatría se aleja del hombre”, nota para el diario La Nación Tesone J. y Kovadloff S., septiembre de 2003.

www.elbuenosaires.com.ar. “Salud Mental Responde”, septiembre de 2003

www.sada.gba.gov.ar  “ Subsecretaría de Atención a las Adicciones –Ministerio de Salud – Gobierno de la Pcia. de Bs.As.”, septiembre de 2003.

Kameniecki M. y otros. “ Perfil epidemiológico del usuario de drogas que contacta con el sistema público de la Ciudad de Buenos Aires”, Boletín sobre adicciones de la Ciudad de Buenos Aires, 2 (Noviembre de 2000), págs.15 a 18 y pág.27.

Míguez H. “ Sobre la legalización de las drogas”, Centro de Prevención en el uso indebido de drogas, 6 (1994), págs. 1 a 2.

Pavon H. “ El diván o las pastillas”, Revista de cultura “Ñ” del diario Clarín, 1 (4 de octubre de 2003), págs. 10 a 11.

[i] Míguez H.

[ii] Tesone J. Y Kovadolff S.

[iii] Bleichmar S.

[iv] Tesone J. – Kovadloff S.

[v] Pavón H.

[vi] Burín M.

[vii]  Freud S.

[viii]  Freud S.

[ix] Tesone J.-Kovadloff S.

[x] Freud S.

[xi] Tesone J.-Kovadloff S.

[xii]  Pavón H.

[xiii] Galeano E.

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