EL PROCESO DEL DUELO

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Investigación Documental

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Diana Leticia Bon Buelna
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Introducción.

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En la vida diaria, las personas van experimentando pérdidas: dejar el biberón, la pérdida de la infancia, de la adolescencia, algunos amigos que se van por razones personales o por muerte, pérdida de habilidades o hábitos, cambio de escuela, de casa, se pierde la soltería, un divorcio o una separación… unas pérdidas más intensas que otras.

Y para cada pérdida, se vive un proceso hasta llegar a aceptar que la cosa perdida o la persona ya no están más con uno. Este proceso se llama “duelo”, y como todo un proceso, tiene sus etapas.

En este ensayo, escribo sobre las etapas del duelo según Elisabeth Kübler Ross, Martha Alicia Chávez y  Nancy O´Connor, antes definiendo un poco los conceptos de duelo, pérdida y muerte para introducir un poco al tema.

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Finalmente, cito las recomendaciones que Jorge Bucay nos comparte, para vivir el proceso del duelo.

  El proceso del duelo

  1. El duelo.

El duelo es el conjunto de sentimientos, pensamientos, estados de ánimo, comportamientos y reacciones fisiológicas que vive el ser humano por alguna pérdida significativa (Chávez, 2003:13).

El duelo no es eterno, éste dura entre seis meses y un año y medio o dos; sin embargo puede prolongarse a una gran cantidad de años y esto puede suceder porque por alguna razón, la persona no se permite vivirlo expresando sus sentimientos, como llorar y enfrentar su coraje, su culpa. Hay que vivir el duelo para que no se convierta en enfermedad, para que no se vuelva un “duelo patológico” (Bucay, 2003:431 y 432).

  1. La pérdida.

“Pérdida es una carencia o privación de lo que se poseía; un daño o menoscabo que se recibe en algo” (Real Academia Española).

Diversos autores han dividido las diferentes pérdidas en siete grupos; aunque, a veces, una pérdida se puede incluir en diversos grupos (Rojas, 2007:108 y 109):

  1. a) Pérdida relacional: las separaciones afectivas de la pareja o la muerte de un ser querido.
  2. b) Pérdida ambiental: como perder el espacio vital.
  3. c) Pérdidas de futuro: cuando las expectativas que se tienen sobre los propios proyectos, no se cumplen como se esperaba.
  4. d) Pérdidas de hábitos: como dejar de fumar o beber, o en los niños dejar el chupón.
  5. e) Pérdidas de actividad: perder el trabajo o dejar la rutina.
  6. f) Pérdida de una parte del cuerpo: puede ser por la extirpación de un órgano o perderlo por accidente.
  7. g) Pérdidas relacionadas con las habilidades: como las que sufren algunos deportistas y profesionales que ya deben de retirarse de su actividad por haber perdido algunas capacidades.
  1. La muerte.

“Todo el mundo sabe que se va a morir, pero nadie se lo cree” (Albom, 2003)

“La muerte es el proceso por el cual cesa la vida de un organismo, bien por causas naturales, como vejez o alteraciones funcionales debidas al desgaste de los tejidos y órganos, bien por motivos accidentales y causas externas”. (Enciclopedia Hispánica, tomo 10:260).

Fases del duelo, según Elisabeth Kübler Ross (2004:59-177).

Elisabeth Kübler Ross, escribió su libro “Sobre la muerte y los moribundos”, en base a una serie de investigaciones que llevó a cabo en hospitales y al hablar de las fases del duelo, ella se enfoca más en enfermos terminales, aunque también menciona la muerte.

“Un enfermo terminal es una persona que padece una enfermedad por la que posiblemente vaya a morir en un tiempo relativamente corto y que conoce su diagnóstico” (http://www.tanatologia-amtac.com)

Elisabeth Kübler Ross menciona cinco fases durante el duelo, y las llama:

  1. a) Negación y aislamiento.
  2. b)
  3. c)
  4. d) Depresión.
  5. e) Aceptación.

Durante la primera etapa del duelo, “Negación y aislamiento”, uno se opone a la idea de que tiene una enfermedad mortal o puede ser también que el paciente se aísle del resto de la gente, reacciones consideradas como normales y  como una forma de protección provisional a sí mismo, las cuales serán más tarde sustituidas por una aceptación parcial. La negación puede funcionar como un amortiguador después de una noticia tan impresionante o inesperada como ésta. Es necesario pasar por esta fase para suavizar el dolor.

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La “Ira” – segunda fase – sustituye la negación que tiene el paciente, por los sentimientos de rabia, coraje, envidia y resentimiento; aquí surgen todos los por qué; los pacientes moribundos suelen quejarse por todo, todo les parece mal y es criticable, pudiendo responder después con culpa, vergüenza, dolor y lágrimas.  Fase difícil pues la ira se desplaza en todas direcciones, incluso injustamente y en muchas ocasiones los que están cerca del enfermo, no se preguntan el porqué de su ira y se lo toman personal, cuando esto no es así y más bien es parte del proceso. Recomienda a quienes rodean al paciente, no reaccionar con más ira pues esto puede provocar una conducta hostil en él y aconseja, en lugar de esto, aceptar la ira irracional del afectado, entendiendo que al expresarla le ayudará a aceptar mejor su pérdida.

Elisabeth Kübler Ross llama a la tercera etapa, “Pacto” porque como el enfermo no ha sido capaz de afrontar la verdad durante la primera fase, y se ha enojado con los demás en la segunda fase, surge ahora la necesidad de querer llegar a un acuerdo para procurar superar esa desagradable vivencia por la que está pasando. Menciona Kübler Ross que durante sus investigaciones, la mayoría de los pacientes, el pacto lo hacían con Dios.

Después de haber pasado por las fases anteriores, el paciente pasa por una etapa de depresión, de tristeza profunda y todos los sentimientos anteriores pasan a ser sustituidos por una sensación de pérdida, por esto, la cuarta etapa del duelo es llamada “Depresión”. Kübler Ross recomienda que el moribundo viva este sentimiento y aconseja a las personas cercanas a éste, no alentar al enfermo a que vea el lado positivo de la situación, pues eso evitaría que el moribundo pensara en su propia muerte; sería absurdo decirle esto cuando los demás también se ponen tristes al perder a un ser querido. Si se vive esta etapa y se enfrenta el dolor que consigo lleva, al enfermo le será más fácil aceptar la realidad.
[adinserter block=»9″] “La aceptación” (quinta fase), llega cuando todas las demás se han experimentado; el enfermo no se sentirá abatido ni enfadado por su “destino”. Sin embargo, no significa que aceptación sea sinónimo de felicidad, más bien es como si el dolor no existiera más. En esta etapa es normal que el doliente se sienta débil o cansado y por ello tenga la necesidad de dormir o descansar, aunque de diferente manera que en el proceso de depresión, ahora es con tranquilidad, muy parecido al sueño de un bebé recién nacido. Comienza a sentirse una cierta paz, pudiendo estar bien ya sea solo o acompañado, la vida se va imponiendo.  

Fases del duelo, según Martha Alicia Chávez (2003:17-54).

Martha Alicia Chávez, coincide con Elisabeth Kübler Ross (2004), al dividir el proceso del duelo en cinco etapas. Chávez las llama:

  1. a) La resistencia a aceptar la pérdida (negación).
  2. b) La ira por la pérdida.
  3. c) Negociar la pérdida.
  4. d) Dolor por la pérdida.
  5. e) Aceptación de la pérdida.

La resistencia a aceptar la pérdida, también llamada “negación”, se da por la dificultad que se tiene a aceptar algo que no se quiere que sea así, algo que no es agradable que haya pasado de esa forma. Se pueden tener experiencias como: soñar que el ser fallecido está vivo; el no reconocer el dolor que se siente ante esa muerte; el enojo, miedo o culpa por la muerte del ser querido.

Martha Alicia Chávez coincidiendo con Elisabeth Kübler Ross (2004), dice que la “ira” es un sentimiento muy difícil de enfrentar porque socialmente está muy mal vista y desde pequeños lo fomentan así, sin embargo ella está en contra de esta idea y expresa que la ira debe reconocerse, aceptarse como propia, enfrentarse y manejarla. “Es básico hacer entender a los niños que las personas no son malas por sentir ira y encauzarla a su favor. Lo malo es agredir y hacer daño al otro” (Tres, 2007:61).

En esta fase (ira), se presentan los sentimientos de culpa, frustración y rabia; el doliente quiere encontrar culpables para personificar la impotencia que se siente, pudiendo manifestar su enojo con los doctores, los familiares, incluso con Dios. Algunos consejos que ella brinda para lidiar con la ira son: escribir cartas dirigidas a la(s) persona(s) con quien(es) está enfadado, pero sin dárselas; en lugar de agredir (verbal o físicamente) a las personas, hacerlo con cosas (patear un balón, correr, gritar fuerte al aire, etc.); asumir la parte de responsabilidad que tiene esa persona en lo que ocurrió; tener empatía con la persona con quien está disgustado a causa de la pérdida; transformar la ira en algo productivo, canalizando esta energía en alguna actividad como hacer un deporte, escribir, crear una obra de arte, etc.

En la etapa de la “negociación”, lo que mueve a la persona a negociar es la esperanza de que aun se puede evitar la pérdida o que se puede tener el control de lo que está pasando. Aclara que cuando la pérdida es un hecho, los acuerdos a los que se quieren llegar ya no pueden cambiar el rumbo de lo que está sucediendo y lo que queda es aceptar la pérdida permitiéndose así uno, pasar al siguiente periodo: el dolor, la tristeza profunda.

Durante la fase del “dolor”, ese profundo dolor y desolación en el que no se encuentra consuelo, no se ven soluciones ni respuestas. Martha Alicia Chávez (2003) y Elisabeth Kübler Ross (2004) coinciden en que se dejen fluir esos sentimientos de aflicción, angustia, pena, llanto; no se deben reprimir los sentimientos pues éstos buscarán otras salidas sustitutas. Chávez hace énfasis en que el sentimiento de culpa, generalmente está presente en todas las fases.

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Es en la quinta etapa, la “aceptación”, cuando se recobra la propia identidad, cuando se sigue siendo uno mismo, solo que ahora más sabio, con más aprendizaje. Habla de la importancia de darse permiso para sentir, pues muchas personas que no lo hicieron, no llegan a esta fase. “Curar la herida no significa olvidar. Es un error suponer que al superar algo lo vamos a olvidar. No es así, lo recordaremos toda la vida, pero sin carga emocional, sin sufrimiento”.

Fases del duelo, según Nancy O´Connor (2004:23-36).

Nancy O´Connor, a diferencia de Elisabeth Kübler Ross (2003) y Martha Alicia Chávez (2004), maneja únicamente cuatro etapas durante el duelo y las llama:

  1. a) Ruptura de antiguos hábitos.
  2. b) Inicio de reconstrucción de la vida.
  3. c) Búsqueda de nuevos objetos de amor o amigos.
  4. d) Terminación del reajuste.

Menciona que la primera fase, “Ruptura de antiguos hábitos”, se da desde el fallecimiento de la persona hasta ocho semanas, aunque es un tiempo aproximado de duración y no siempre es igual en todas las personas. Dice que durante esta etapa, se manifiestan sentimientos como confusión, protesta, choque, incredulidad, y coincidiendo con Elisabeth Kübler Ross (2004) y Martha Alicia Chávez (2003), incluye el sentimiento de negación; si la noticia se dio de una manera repentina, ésta puede causar incluso alteraciones físicas reales. Recomienda la actividad durante esta fase, pues ayuda a comprender realmente la pérdida y así poco a poco se podrán ir abandonando los patrones acostumbrados en la relación con la persona fallecida. Advierte que en estos momentos la persona que sufre el duelo, puede tener alteraciones en sus hábitos alimenticios y de descanso, siendo esto algo parcial y que luego volverá a sus horarios anteriores. Como las lágrimas y sentimientos profundos aparecen de manera inesperada, ella recomienda, dejar salir esos sentimientos, ya sea llorando, hablando de los propios sentimientos como de la relación con el fallecido con otras personas, escribir cartas al ser querido que murió y/o visitar la tumba.

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La segunda fase, “Inicio de reconstrucción de la vida” dura a partir de la octava semana hasta el año después de la pérdida. El dolor y la confusión siguen existiendo aunque van disminuyendo gradualmente; los patrones de comida y descanso siguen alterados; pueden sentirse periodos de depresión, de baja energía, fatiga, tensión física y nerviosismo. Recomienda O´Connor, comer y dormir bien, hacer ejercicio, buscar apoyo si es necesario, estar pendientes de la salud pues pueden presentarse enfermedades serias relacionadas con el estrés o nerviosismo así como sentir y experimentar las emociones que brotan espontáneamente.

La etapa de “La búsqueda de nuevos objetos de amor o amigos” dura aproximadamente desde los 12 hasta los 24 meses de la pérdida. Durante ésta, algunos hábitos antiguos se han restaurado, el dolor emocional es menos intenso, la salud vuelve a ser la usual o inclusive mejorar. En esta fase ya uno empieza a contar con nuevas amistades, algunas de las cuales pueden ser personas que han pasado por experiencias parecidas. Es recomendable planear tareas interesantes para el tiempo que se tenga libre, como un viaje, un trabajo voluntario, aprender otro idioma.

La cuarta fase, “Terminación del reajuste”, sucede después del segundo año. Uno vuelve a sus hábitos anteriores y también combina éstos con los nuevos conocimientos, la nueva vida y filosofía que se ha aprendido durante esta experiencia. Se tiene la sensación de ser una persona diferente y realmente se es.

Recomendaciones para vivir el proceso del duelo.

Jorge Bucay (2003:395-403) hace algunas recomendaciones para vivir el proceso del duelo, que él llama “Recorrer el camino de las lágrimas” y son las siguientes:

  • Permitirse estar de duelo: darse permiso de sentirse mal, de sentir el dolor, pues es el primer paso para recorrer este camino.
  • Abrir el corazón al dolor: exteriorizar todas las emociones que aparezcan sin reprimirlas.
  • Tomar en cuenta que recorrer el camino requiere tiempo: lo que verdaderamente puede ayudar es qué es lo que hace cada uno con el tiempo. Hay que vivir el día presente, pero también estar preparado para las recaídas que pudieran surgir.
  • Ser amable con uno mismo: puede ser que después de un cierto tiempo, la gente comience a decir que ya debería uno sentirse mejor; hay que ser pacientes con uno mismo, no creyendo que ya es tiempo de sentirse mejor pues los tiempos son propios y diferentes en cada persona.
  • No tener miedo de volverse loco: hay que vivir todos los sentimientos durante el duelo, aunque éstos sean muy intensos y a pesar de que otras personas aconsejen a uno “ser fuertes”.
  • Aplazar algunas decisiones importantes: en estos momentos uno puede sentirse confundido incluyendo todos los sentimientos que acompañan al duelo, por esto es mejor tomar las decisiones importantes cuando ya uno se sienta mejor.
  • No descuidar la propia salud: hay personas que se sienten tan mal, que se olvidan de su cuerpo. Debe uno estar pendiente de alimentarse bien y de no abusar del tabaco, ni del alcohol, ni de los medicamentos.
  • Agradecer las pequeñas cosas: valorar las cosas buenas que se siguen teniendo o encontrando, sobre todo, los lazos familiares, amistades, terapeutas, sacerdotes.
  • Animarse a pedir ayuda: permitir a los demás, estar cerca de uno aunque ellos no estén pasando por el mismo proceso, pues ellos lo que quieren es que uno se sienta bien y ayudar, aunque no sepan cómo hacerlo. No hay que quedarse esperando la ayuda, hay que animarse a pedirla.
  • Procurar ser paciente con los demás: no tratar de complacer a las personas que con buena intención, intentan que uno olvide el dolor; es mejor apartarse discretamente de estas personas y estar cerca de quienes permiten a uno “estar mal” o desahogarse.
  • Tener mucho descanso, algo de disfrute y una pizca de diversión: darse permiso y oportunidad de reírse, de hacer bromas, de disfrutar.
  • Confiar en los recursos para salir adelante: acordarse de cómo uno solucionó situaciones arduas anteriores; no basta con esperar a que todo se vaya dando, uno también tiene que dar algunos pasos difíciles para reponerse.
  • Aceptar lo irreversible de la pérdida: admitir la dolorosa realidad aunque sea lo más difícil que uno ha hecho en su vida. Algunas cosas que pueden ayudar son: hablar de la pérdida que se está viviendo, visitar el cementerio, conversar sobre las condiciones de la muerte.
  • Ser consciente de que elaborar un duelo no es olvidar: el proceso del duelo permite darle un sentido a todo lo que se vivió con lo ausente.
  • Aprender a vivir de nuevo: aprender a vivir de manera diferente, a vivir sin ese “algo” o “alguien” que ya no se tiene.
  • Centrarse en la vida y en los vivos: soltar el pasado y ver las nuevas posibilidades que ofrece la vida. Lo muerto queda afuera, pero la vida continúa.
  • Definir la propia postura ante la muerte: no significa que se tiene que coincidir con lo que otros piensan sobre la muerte, a cada uno corresponde aclarar su posición ante ella. Hay cinco temas que es necesario tener determinados: la identidad sexual, la posición filosófica, la relación con los padres, el proyecto de vida y la postura frente a la muerte.
  • Volver a la propia fe: ya que pudo haber un momento durante el duelo, en el cual la furia tuvo a Dios como uno de sus destinos favoritos, hay que volver a Dios para pedirle ayuda para aceptar los cambios y ver las opciones.
  • Buscar las puertas abiertas: a veces uno está tan ciego por el dolor que se siente, que no se da cuenta de las nuevas puertas que se abren y es importante ser conscientes de esto para estar abiertos a esas oportunidades que se presentan.
  • Cuando ya se tenga una buena parte del camino recorrida, hablarles a otros de la propia experiencia: hay que compartir con otros que están recorriendo el camino del duelo, lo que uno aprendió cuando pasó por ello, pues esto es de gran ayuda para el doliente.  

Conclusiones.

Cada duelo es diferente en su modo y en su tiempo, por lo tanto, cada individuo lo vive de manera distinta dependiendo de: el tipo de relación familiar con el fallecido o entre la misma familia, el tipo de enfermedad, el tipo de muerte, la actitud mental, la cultura, la edad de muerte del fallecido, la religión, la economía, lugar de origen.

Es importante vivir cada una de las etapas del duelo, para llegar finalmente a la aceptación. Si uno se queda atorado en alguna etapa del duelo, éste puede llegar a convertirse en una enfermedad, en un duelo patológico, incluso, pudiendo ocasionar en un futuro enfermedades físicas.

En un momento así, se debe pensar mucho en uno mismo, tratar de ser conscientes de lo que se está pensando y sintiendo, y expresar todas las emociones, ya que esto ayuda a avanzar en el proceso y de esta forma, recuperarse de la pérdida. Tal vez, lleguen muchos consejos que la gente da con buena intención pero que se contrarían con lo que se siente. Hay que escuchar primero al propio cuerpo y las propias emociones y hacerles caso. Seguramente habrá alguien cerca, que tenga empatía con el doliente y brinde la ayuda que se necesita en esos momentos, ayuda que si no llega, es importante pedirla.

Bibliografía.

Albom Mitch. Martes con mi viejo profesor. Ed. Adrastea. 2005.

Asociación Mexicana de Tanatología, A.C.. ¿Qué es la Tanatología? México.

<http://www.tanatologia-amtac.com/html/principal.htm>

Bucay Jorge. Hojas de ruta. Ed. Océano. México, 2003.

Chávez Martha Alicia. Todo pasa y esto también pasará. Ed. Grijalbo. México, 2003.

Enciclopedia Hispánica. Enciclopedia Britannica Publishers, INC. USA, 1991.

Kübler Ross Elisabeth. Sobre la muerte y los moribundos. Grupo Editorial Random House Mondadori, S. L. Barcelona, 2004.

O´Connor Nancy. Déjalos ir con amor. Ed. Trillas. México, 2004.

Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición. España. <http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=pérdida>

Rojas, Santiago (2007) «Vivir mejor el duelo y las pérdidas» en Bucay, Jorge. Mente Sana, la revista de psicología positiva. #19. RBA Grupo Editorial. Barcelona.

Tres, Susanna (2007) «Canalizar la ira y ganar tranquilidad» en Bucay, Jorge. Mente Sana, la revista de psicología positiva. «26. RBA Grupo Editorial. Barcelona.
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